Viajar en invierno tiene entre otros inconvenientes, las pocas horas de luz que para los dormilones como yo, nos dejan pocas horas de sol para visitar cosas.
La noche pamplonica parece consistir en amontonarse en las barras de los bares y comer tapas, deporte al que los catalanes estamos poco acostumbrados, las tapas estaban buenas, pero a mí eso de comer de pie amontonado en la barra de un bar, no me motiva lo más mínimo, supongo que años de viajar en cercanías provoca que la "cercanía" de la gente en los bares no me atraiga lo más mínimo.
Lo que más me gustó de Pamplona fue esto:
Como buen friolero, en mis paseos por Pamplona, me acompañaron los guantes y el gorro, así como el paraguas para no remojarme.
El último día la lluvia nos dio un poco de tregua y después de comer cogimos el coche para ver la Navarra profunda... bonitos pueblos entre montañas. Me gustó especialmente el frontón de este pueblo, cubierto y con niños jugando.
En fin, que el tiempo vuela, 1 día de ida + 1 de vuelta + 2 días en Pamplona = Se acabó el puente.
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