Tan sabinero que es uno, pero tenía que volver, y en invierno que es cuando toca.
Quedaba poco para el final del invierno, así que me lié la manta a la cabeza, llamé a la agencia y les dije que cuánto era el tiempo mínimo para conseguir el visado, que me quería ir unos días a Cuba lo antes posible, con la fecha de vuelta abierta (optimista que es uno).
El tema fue más rápido de lo esperado y en semana y media estaba volando hacia La Habana, donde esperaba aclarar un poco ese borroso futuro que hace tiempo que no acabo de ver claro.
Si del primer viaje volví pensando que volvía del paraíso, de este vuelvo sabiendo el making-off del viaje anterior.
Están tan acostumbrados a tratar con el perfil del viajero-putero, que cuando llega alguien con la sana intención de conocer al pueblo cubano, puede ser que no lo detecten hasta que ya te vas. La cuestión es que en este viaje al ir solo, he podido estar en todos los actos que configuraban el viaje, cuando vas con más gente te pierdes conversaciones y momentos que provocan situaciones, que luego se pueden malinterpretar.
Cuando tienes la suerte de ver y hablar por primera vez con los cubanos de un pueblo perdido, como pasó en mi anterior viaje, te quedas alucinado con su inocencia y sus ganas de que les cuentes cosas, al ir tú con las mismas ganas de saber cosas de ellos, se produce una situación de momento perfecto.
Esa situación te puede hacer bajar la guardia y llegar a ver y pensar cosas que no son tal como tú piensas.
He aquí un ejemplo: Supongo que en alguna de mis conversaciones dije que me gustaba mucho Joaquín Sabina, algunas personas vieron que llevaba un mp3, ¿qué provocó esto?, que un cubano que nos había enseñado la humilde casa donde vivían sus padres y sus 7 hermanos, el último día antes de irnos del pueblo, se pone a contarme lo mucho que le gustaba Joaquín Sabina, la emoción de poder dar la oportunidad a alguien de escuchar toda la discografía me hizo regalarle el mp3 a ese cubano.
En este viaje, me enteré de que el mismo día que se lo dí, lo vendió, sin tan siquiera escuchar ninguna canción.
Ese mismo cubano, después de los huracanes me escribió un mail pidiéndome ayuda porque su casa había quedado destruida, yo no le pude enviar dinero porque el banco me dijo que si el cubano no tenía cuenta corriente o tarjeta de crédito, ese dinero no iba a llegar.
En este viaje, me enteré de que esa casa estaba en pie y sin un rasguño a causa del temporal.
Unas cubanas vinieron a conocernos y a cenar con nosotros, eran chicas jóvenes y sencillas, vivían en casas humildes, parecían interesadas en que nos fijáramos en ellas para ver si las podíamos sacar del país.
En este viaje, me enteré de que eran jineteras y que el cubano del mp3, las utilizaba para sacarles dinero o robar a los extranjeros que pasaban por el pueblo, por suerte a nosotros no nos robaron, puesto que no dormimos con ellas. También me enteré de que si alguien les daba dinero por estar con ellas o por pena (el recurso de la pobreza puede hacerte darle algún dinerito), no lo gastan en comida o alguna necesidad, sino en ropas o algún lujo.
En fin, que la palabra INOCENCIA, se puede borrar de la narración de mi primer viaje, cuando se refiere uno a los cubanos, el INOCENTE FUI YO.
Dicho esto, me lo he pasado muy bien en Cuba, no dudaré el volver otro invierno si tengo la oportunidad, cada día tengo más claro que los inviernos no son para mí y que el frío y la nieve cuanto más lejos mejor. No he echado en falta nada ni a nadie y tengo que esforzarme un poquito más a ver si consigo la independencia económica que me permita realizar estas huidas hivernales con regularidad.
P.D. En Cuba no hay comunismo, hay una dictadura.
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