De vuelta al Cosmere, ese universo que ha inventado Brandon Sanderson y que no deja de darme horas de buenos momentos leyendo.
En este caso tenemos la historia de dos artistas que viven un intercambio de cuerpos (ya visto en muchas películas) pero en el que conviven puesto que uno está en el cuerpo del otro, pero el otro está en modo fantasma a pocos metros del otro, chico y chica, no saben ni si son del mismo planeta, imaginan que no pues sus mundos son muy diferentes, uno frío y oscuro en todo momento y el otro con un sol rojo y un suelo ardiente, uno tecnológicamente avanzado y el otro medieval. Ambos con problemas para socializar, uno por malas experiencias y la otra por una vida de servicio por un don que le han concedido los espíritus.
Evidentemente, ya conocemos bastante bien la naturaleza de esos espíritus, tras leer tantos libros del Cosmere, sus capacidades para generar cosas prodigiosas, como siempre en cada mundo con sus peculiaridades.
También sorprende en este libro que la historia nos la cuente Hoid, que curiosamente se ha convertido en estatua al llegar a ese mundo y nos narra esta historia con su habitual sentido del humor.
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